martes, 28 de diciembre de 2010

Tarde

-Dame tiempo- le dije angustiada- seguro que se me ocurre algo. Saldrás de ésta Avi.

Y realmente me dio tiempo. Pero no suficiente para poder ofrecerle una solución.  Un año más, frente a su tumba, le llevaba flores. Rosas amarillas. Si, puede que no sean las más adecuadas, pero eran sus favoritas.

Al fin y al cabo se lo debo. Inclinándome, dejé las rosas junto a la cruz de madera que encumbraba su humilde lugar de descanso. 

Ni si quiera podías descansar a gusto. Siempre pensaste en un gran panteón, igual de grande que tus ilusiones. Igual de grande que tu corazón. 

Pero no pudo ser. 

La vida no te trató bien, Avi. Yo tampoco. Me aproveché de tu espíritu. De tu fuerza y de tu coraje. Y también de tu fragilidad. Pensé que te estaba ayudando, cuando en realidad sólo me ayudaba a mí misma. 

Fuiste tú quien me prestó todo su apoyo. Fuiste tu quien hizo que yo me acercara más y más a mis sueños. Mientras, tú, silenciosa, te quedabas atrás. Cada vez más callada. Cada vez más lejos.

Nunca me pediste ayuda, nunca consejo. Nunca lloraste en mi hombro, ni permitiste que mis ojos vieran tu tristeza. 

Ahora ya es tarde. No pude hacer nada por ti. No pude hacerlo. Ni siquiera me di cuenta de que podía ayudarte. De que debía ayudarte. 

Un año más, Avi, te pido perdón. 

Espero que te gusten las rosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario