domingo, 31 de octubre de 2010

La guirnalda

La búsqueda se torno frenética. Cada vez quedaba menos tiempo. Y menos esperanzas. La pequeña Lilia no aparecía por ninguna parte. Llevábamos más de un mes buscándola desesperadamente. Y sin ninguna pista. La policía había perdido toda esperanza. 

Nos fiamos de él. Dijo que la encontraría. Era nuestra última esperanza. Quizá me esté haciendo viejo, pero sus ojos parecían decir la verdad. Realmente era nuestra última esperanza. 
Habíamos bajado del coche, y corríamos a toda prisa detrás de el por un camino encharcado y lleno de barro. La maleza salvaje y abandonada poblaba los bordes del camino, añadiendo una nota oscura y deprimente a nuestra carrera contrarreloj.

De repente, nuestro guía paró en seco frente a una extraña cruz de piedra encumbrada con una guirnalda de flores ensangrentada. Los demás también paramos, sin dar crédito a lo que teníamos delante.

Sonrió. La pequeña Lilia sonrió y levantándose del suelo donde estaba tranquilamente sentada se acercó a mí y me tendió una pequeña guirnalda de flores recién cortadas.

sábado, 30 de octubre de 2010

Actos

-¿No lo sientes John? ¿No sientes que a veces podemos ser mejores personas? ¿No crees que deberíamos intentar mejorar?   Estamos estancados en nuestra vida diaria. Paralizados por el miedo a lo desconocido. Temerosos de las intenciones oscuras de los demás. Pero… ¿y nosotros John? ¿Tenemos buenas intenciones en nuestros actos? ¿Son los correctos? O ¿quizá deberíamos pensarlo un poco más?

La vieja Anna hablaba con ternura a su marido, sentada en su butaca favorita, mientras observaba por la ventana cómo el viento acariciaba las ramas de los cerezos. 

Al cabo de unos instantes, Anna se levanto lentamente. Miró con lágrimas en los ojos a John y se dispuso a salir del comedor, pero antes, recogió la bandeja con los restos de la cena de su marido y la llevó a la cocina, como hacía todas las noches desde hacía cincuenta y cinco años.   Una vez allí, soltó la bandeja y se sentó pesarosa en una silla. Su rostro, compungido por el dolor, se reflejaba en el cristal de la alacena.  

Metió una mano temblorosa en el bolsillo derecho de su delantal y sacó un pequeño frasco con la mitad de su contenido.  Durante largo rato lo observó atentamente. Después, lo abrió y sin pensarlo bebió el resto del líquido.

-Tranquilo querido, no temas, pronto estaré contigo – se dijo Anna entre sollozos.

Su voz

Vuelve la vista hacia mí. Me quedo paralizada. Su rostro no denota ninguna emoción. No sé lo que debo sentir en ese momento. Sus ojos se quedan fijos en los míos. Sus labios comienzan a moverse lentamente, pero no oigo nada. Mi visión se vuelve borrosa. 

Niebla, una niebla oscura y densa comienza a cubrirlo todo. Mi cuerpo tiembla. Caigo en la oscuridad a una velocidad vertiginosa. 

Cuando despierto el ya no está allí. Se ha ido. Se ha marchado para siempre. Eso fue lo último que pude escuchar. Su voz. Y una promesa maldita.

viernes, 29 de octubre de 2010

Piano

Cuando terminó de tocar la pieza no podía despegar los dedos de las teclas del piano. El sudor corría abundante por su frente y su corazón palpitaba con una fuerza y ritmo inusual. Su respiración estaba agitada, descontrolada. Cualquiera que observase detenidamente a Sukko en ese momento, podría pensar que estaba enfermo. Pero Sukko no tenía ningún problema de salud. Al público le tomó varios segundos reaccionar ante la actuación del pianista. Tiempo suficiente para hacer que las lágrimas comenzaran a rodar por las mejillas del músico. 

Y de repente ocurrió. 

Aplausos. Euforia. Más aplausos. Personas alzándose en las gradas. Grandes sonrisas y un público emocionado que correspondía con fuerza a la voluntad de Sukko. 

jueves, 28 de octubre de 2010

Nací

Nací cuando no pude seguir adelante.
Nací de la desesperación y la locura.
Nací del dolor y la angustia.
Nací del miedo, de la inseguridad y del odio.
No, del odio no.
Nací de mi misma.
De una parte de mi que creía haber muerto.
Nací de la soberbia de querer seguir adelante.
Nací de las ganas de vivir después de haber muerto.

Pero no nací sola, vine del otro lado con ayuda.
Nací con la ayuda del ángel con el que compartía visiones
nací con la ayuda de la luz que desprendía el ser mas mágico del planeta,
nací con el poder y la energía de aquel que tiene grandes sueños,
nací con un hada vestida de blanco dispuesta a dar una respuesta a sus sueños.

Y nací pensando en aquel que me roba las horas y me regala su vida a cambio.

Y gracias a muchos más seres mágicos naci. Seres que sólo yo puedo ver. Y a veces ellos no saben de su propia existencia.