viernes, 29 de octubre de 2010

Piano

Cuando terminó de tocar la pieza no podía despegar los dedos de las teclas del piano. El sudor corría abundante por su frente y su corazón palpitaba con una fuerza y ritmo inusual. Su respiración estaba agitada, descontrolada. Cualquiera que observase detenidamente a Sukko en ese momento, podría pensar que estaba enfermo. Pero Sukko no tenía ningún problema de salud. Al público le tomó varios segundos reaccionar ante la actuación del pianista. Tiempo suficiente para hacer que las lágrimas comenzaran a rodar por las mejillas del músico. 

Y de repente ocurrió. 

Aplausos. Euforia. Más aplausos. Personas alzándose en las gradas. Grandes sonrisas y un público emocionado que correspondía con fuerza a la voluntad de Sukko. 

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