miércoles, 12 de enero de 2011

CAPÍTULO III. EL OLOR DE SU PIEL


Parecía que nuestra carrera no iba a terminar nunca, y yo cada vez estaba más nervioso y excitado. Mi corazón no podía aguantar más. Latía con una furia inusitada, haciéndome pensar que podía estar al borde de la muerte. 

Perdido en mis propias sensaciones, no tuve tiempo de reaccionar cuando Saya paró en seco. Fue tan repentino que choqué violentamente contra su espalda y los dos caímos al suelo por la fuerza del impacto.

Cerré los ojos. Y sentí el dolor.

Al principio sólo pude ser consciente de su olor. El aroma delicioso y estimulante que provenía de su piel. Poco a poco fui notando el peso liviano de su cuerpo sobre el mío. Mechones rebeldes de su cabello acariciaban tímidos mi rostro.  En ese momento creí estar en el cielo.  Y en ese cielo sólo estábamos mi diosa y yo.

Una leve risa y un ligero movimiento de su cuerpo, hicieron que saliera de repente de mi preciado paraíso. Imágenes de lo que acababa de ocurrir llegaron violentas a mi mente, haciéndome contener el aliento.  Abrí los ojos asustado y confuso y dirigí mi mirada hacia Saya, que, aún encima de mí, me observaba divertida.

Sus labios estaban realmente cerca de los míos. Tenían que ser realmente suaves. Dulces. Peligrosos.  Por su mirada, Saya parecía saber que estaba pasando por mi mente en esos momentos. De nuevo, mi inteligente cuerpo se puso a trabajar por su cuenta, y debí de ponerme tan rojo que Saya volvió a reír y comenzó lentamente a incorporarse, mientras hablaba.

-Por todos los dioses, Erick, estás haciendo que esta fiesta sea realmente entretenida- comentó, con una traviesa sonrisa curvando sus labios.

Sin levantarse del todo, sentada a horcajadas sobre mí, comenzó a arreglarse el cabello, mientras me miraba con tal intensidad que comencé a temblar bajo su cuerpo. Mi cabeza iba a estallar. La situación se me estaba yendo de las manos en ese mismo instante. Tengo que hacer algo. Dioses, tengo que levantarme de aquí rápido o sino… pensé, mientras trataba de sentarme, con ella aún sobre mí.

-¿Estás bien –empecé a hablar, para tratar de disimular mi turbación- Lo… lo siento mucho Saya. Yo, soy tan torpe… Lo siento de veras. Yo…

-¿Torpe? Ibas a caer encima de mí, y de repente me abrazaste, giraste, y caíste sobre tu espalda. Y yo, caí encima –terminó, acompañando la última frase de una sonrisa aún mayor.

Al sentarme, la distancia entre nuestros labios se había recortado de nuevo. Aquella intensa mirada me tenía cautivado. Adelante. Bésala. ¿A qué demonios esperas? Pensé de repente. ¿Qué… qué estoy pensando? Esto es una locura. Tengo que… tengo que irme. Tengo que salir de aquí… voy a volverme loco si… No puedo… Yo…

Una vez más fue su voz la que me sacó de mis propias fantasías. 

-Creo que será mejor que nos marchemos rápido de aquí- dijo, y dirigió su mirada hacia su izquierda- pronto llegará alguien. 

-¿qué…?- pregunté, mientras miraba hacia donde ella había dirigido sus ojos. No terminé la frase. A nuestro lado, se repartían caprichosamente los restos de lo que debió haber sido un antiguo y valioso jarrón. Saya tenía razón. El ruido habría alertado a algún sirviente. 

-Vamos, Erick- dijo, mirando hacia los lados del pasillo- creo que estamos cerca. 

Muy a mi pesar, sentí como su cuerpo se apartaba de mí, y se incorporaba. Una vez de pie, comenzó a alisar su vestido, a la vez que continuaba con la vigilancia del pasillo. 

Aun confundido con la situación, me levanté, y tras comprobar que el traje de mi cuñado no había sufrido daños irreversibles, miré a Saya interrogante.

-¿Cerca? ¿De dónde?- pregunté.

Sin mediar palabra, Saya cogió de nuevo mi mano y tiró de mí, indicándome silenciosamente que la siguiera. No podía estar pasando de nuevo. Otra vez no.

Esta vez tuve el valor para no ceder a mis impulsos. Al notar mi resistencia, Saya se acercó a mí y me susurro unas palabras al oído. Todo mi cuerpo se estremeció. 

¿Cuánto tiempo hacía que la conocía? Si en menos de un mes mi vida había dado un vuelco al recibir la invitación del Conde a su fiesta, en menos de una hora mi existencia se había convertido en un tornado de sentimientos, pasiones y miedos. Y en menos de unos minutos, iba a descubrir que el destino me tenía deparadas sorpresas y sobresaltos mayores.

-Se mío- había dicho Saya, rozando mi oído con sus tentadores labios.

1 comentario:

  1. Me ha encantado ,es una historia que engancha desde el principio y quieres más.

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