miércoles, 26 de enero de 2011

CAPITULO VI. UNA ESCENA TERRORÍFICA

Aquellas palabras me dejaron de nuevo paralizado.

¿Conocía a los Theodor? ¿A mi abuelo? ¡A mi bisabuelo!. Eso era… humanamente imposible. Y que quería decir con que no eran simples libreros… Ese hombre… ¿quién demonios era y que quería de mi? Pensaba con temor, mientras todos los músculos de mi cuerpo se tensaban.

-Señor Conde, no comprendo muy bien lo que quiere decir, yo… -dije, intentando buscar una explicación a lo que acababa de escuchar.

-¡Oh! Erick. Por favor, llámame Dermott. Estamos entre amigos.

Ese hombre no paraba de sorprenderme. Acabábamos de conocernos. Él era el noble con más poder y prestigio de todas las tierras de los alrededores. Y yo, el dueño de la librería de una de las aldeas más pequeñas del Reino. Y me hablaba de amistad. La situación no podía ser más irreal para mí. Sin embargo, si mi padre, mi abuelo, y mi bisabuelo habían pasado por esto… yo no podría echarme atrás.

-Lamento si te he asustado, no era mi intención- continuó, con una sonrisa de satisfacción en sus labios que contradecía sus palabras.-A veces puedo ser un poco… desconsiderado.  Me refería a que nuestras familias están ligadas por negocios desde hace años, por eso conozco a tus antepasados. Tu familia y la mía han sido grandes aliadas, Erick. Y pretendo que tu y yo continuemos con su… legado. Y es cierto que no sois simples libreros amigo mío. Para la Casa Cordell sois mucho más que eso. Pero ya lo irás descubriendo Erick. Tenemos mucho tiempo por delante.

Cuando terminó de hablar, se levantó de la butaca y se dirigió hacia la parte oeste de la sala. En aquella zona había poca luz, por lo que apenas podía ver lo que estaba haciendo. 

-Erick, ¿puedes acercarte? Quiero enseñarte algo- dijo desde la penumbra.

-Sí, Señor. 

Me levanté rápidamente y me dirigí hacia donde el Conde –Dermott- se encontraba. Cuando llegué, la zona ya estaba iluminada. Dermott llevaba de la mano un candelabro con varias velas encendidas y se encontraba observando un gigantesco cuadro que abarcaba la mayor parte de la pared oeste. 

Reconocí la obra enseguida. La temática era muy conocida, sin embargo a pesar de haber estudiado y leído mucho sobre arte, no fui capaz de reconocer al autor. Era una obra muy acorde a la fiesta en la que me encontraba. Y muy acorde con mi anfitrión.

La pintura representaba el momento en el que la Diosa Lianna vencía al demonio Crefes. Era una escena terrorífica. Se veía a la Diosa Lianna en pie, con una expresión de victoria en su rostro. Con la mano izquierda en alto, sujetaba la cabeza decapitada del demonio, mientras que con la derecha, blandía orgullosa la daga con la que había cercenado su garganta. La sangre del demonio salpicaba sin piedad la ropa y el rostro de la diosa. El cuerpo del demonio sin cabeza, se hallaba tendido en el suelo, sobre un gran charco de su propia sangre y bajo uno de los pies de la Diosa, que presionaba indolente su pecho.

No sólo la escena era horrible, sino que la ambientación del cuadro, los colores, la pintura, incluso los rostros tanto de la diosa como del demonio… estaban teñidos de tinieblas.  Los pintores de la época utilizaban el óleo, lo que les daba la oportunidad de utilizar un sinfín de colores, pero en esta ocasión las tonalidades eran muy oscuras, lo que no restaba realismo a la escena. De hecho los personajes parecían tan reales que podrían ser retratos en lugar de imágenes de fantasía. Aquella pintura emanaba una violencia brutal, que hacía que la mortal escena pareciese cobrar vida por instantes.

Yo no era un hombre supersticioso. Había estudiado y leído lo suficiente como para aprender a distinguir entre fantasía, realidad y superstición. Sin embargo aquella noche, al contemplar el cuadro, los tres conceptos se entrelazaron en mi mente dando pie a que apareciera en mí por primera vez la duda. Realidad y fantasía parecían mezclarse peligrosamente. 

Y todo comenzó cuando puse por primera vez un pie en la casa de los Cordell.

Al rato, Dermott debió pensar que ya había tenido tiempo suficiente para ver el cuadro, y se fue alejando en silencio, dejándome paulatinamente en la penumbra. Eché un último vistazo al cuadro, y algo me llamó la atención. Quizá fuera producto de las sombras, de la escasa luz o de mi estado de agitación, pero aquellos rostros… me resultaron febrilmente familiares.
La sensación duró un instante. El tiempo que tardé en quedarme completamente a oscuras. 

Dejé el cuadro a mis espaldas y seguí a Dermott de nuevo hasta las butacas. El volvió a servirse una copa de vino, y se sentó, invitándome a hacer lo mismo.

-¿Qué te ha parecido el cuadro?-preguntó

-Es… magnifico- dije, mientras tomaba asiento- debe ser una obra de arte. Apostaría que pertenece a un pintor como el Maestro Van Pieter- comenté

-Si, efectivamente. Es una verdadera rareza. Parece que tienes buen ojo para el arte. Bueno, no es de extrañar… -dijo, mirándome de nuevo con su peculiar y misteriosa sonrisa- sin embargo es de otro autor… uno que no es muy popular por aquí. Algún día le conocerás. 

-Oh.  Eso sería estupendo- dije, mientras rezaba para no tener que encontrarme nunca con el creador de aquella terrorífica obra. 

-Sabes lo que representa ¿no?-dijo, y dando por hecho mi respuesta, continuó, citando una canción popular infantil - “Lianna, Lianna/¡oh! Diosa Lianna / valiente y hermosa/ bella y poderosa/  Lianna, Lianna / oh! Diosa Lianna/ salva a tu reino/ salva a tu gente…”…

-“Crefes el demonio/sale a cazar/niños y niñas/asustados morirán” –continué con la siguiente estrofa- Representa la muerte de Crefes a manos de la Diosa Lianna.

-Sí. Y esta fiesta, año tras año, conmemora ese momento. Pero, dime, amigo mío, ¿conoces la historia de Crefes y Lianna?

-Por supuesto- dije, extrañado- es parte de nuestra cultura religiosa. Gracias a la valentía de la gran Diosa estamos aquí. De otra manera Crefes habría acabado con el mundo que hoy conocemos. Por eso la tierra entera rinde homenaje a la Diosa.

Dermott me miraba en silencio, y arqueando las cejas, me invitó a seguir con mi explicación. 

¿Por qué estaba hablando con el Conde de la historia de nuestra religión? ¿Qué tenía que ver nuestro pasado con los negocios de los Cordell con mi familia?

La noche se volvía más excéntrica a cada minuto que pasaba. Y mi mente seguía pensando en Saya. Aun sabiendo que nuestros destinos estaban tan distanciados, no podía dejar de recordar el olor de su piel, sus labios, sus misteriosos ojos.  Lo que no imaginaba es que pronto volvería a encontrarla, aunque quizá… no de la forma en la que yo hubiera deseado.

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