domingo, 27 de febrero de 2011

CAPITULO VII. EL DEMONIO Y EL REY

-Según cuentan los Manuscritos de Uthor, hace tiempo existían dos mundos paralelos. La tierra, donde vivían los humanos; y el Inframundo, poblado por demonios y criaturas infernales. Al principio de todo, ambos mundos estaban separados, de forma que ninguna criatura o ser humano podía pasar al mundo contrario. Los humanos no podían ir al Inframundo y los demonios no podían visitar la Tierra. Sin embargo, algo cambió y la barrera que impedía el paso hacia uno u otro mundo se debilitó. Los demonios encontraron la manera de entrar a nuestro mundo y comenzaron a atacar a los humanos. Los secuestraban y se los llevaban al Inframundo; o los mataban o devoraban donde los encontraran. Llegaron años de terror y sangre en la Tierra. No se sabía cómo habían llegado, por lo que no se podía impedir que lo hiciesen. Las personas desaparecían o se encontraban sus cuerpos descuartizados. Ni los ejércitos pudieron hacer frente a las hordas de demonios que atacaban cada vez más a menudo la Tierra. Y así, pasaron décadas, hasta que ocurrió un incidente que cambió el rumbo de la historia. 

Dermott me observaba en silencio. No sonreía. Por primera vez en toda la noche, mostró una expresión seria y reservada.

-Un día, un demonio mucho más poderoso e inteligente que los que hasta entonces habían llegado a la Tierra hizo su aparición; y,  en lugar de atacar a los humanos, como era habitual en los de su raza, solicitó audiencia con el líder de nuestro mundo. Los Reyes de los diferentes Reinos de la Tierra se reunieron para decidir quién debía presentarse como adalid de nuestro mundo ante aquel demonio. Y, tras varias disputas entre ellos, el Rey Uthor de Azortia, nuestro Reino, fue el elegido. –hice una pausa ya que tenía la boca reseca. 

Dermott se dio cuenta y me indicó con la mirada la copa de vino que tenía en la mesita frente a mí.  Aun desconfiado, me llevé la copa de vino a los labios y di un pequeño sorbo. 

En aquel instante entendía por qué aquel licor había sido en el pasado causa de disputas entre los Reinos. Podía sentir una explosión de cuatro sabores diferentes, dulce, salado, ácido y amargo. Y la mezcla era realmente deliciosa. No. Era placer lo que estaba sintiendo en ese momento. Una explosión de placer. Además, al acercarme la copa para beber, un desconocido y sensual aroma inundó mi nariz. No pude evitar dar otro sorbo, mayor que el anterior, para seguir deleitándome con aquella peligrosa bebida. 

Dermott volvió a reír estrepitosamente al ver mi extasiada expresión.

-Eso es amigo, disfruta. El vino es algo… maravilloso. Cuando lo probé por primera vez pensé que con él podría incluso olvidarme de las mujeres. Evidentemente me equivoqué, pero… la verdad es que ayuda. Bebe Erick, anímate. Al fin y al cabo, esto es una fiesta.
Como si estuviera ansioso por escuchar esas palabras, volví a dar otro sorbo a la copa. Ese endemoniado licor eclipsaba mi razón. 

-Continua, Erick. Se nota que has crecido entre libros. Serías un buen escritor, o narrador de historias… continua por favor.

-Bueno. ¿Por dónde iba…? ¡Ah!. Si. El Rey Uthor de Azoria.  Se decidió que el encuentro tuviera lugar en el llano de Ora, en el País de Luvia. Era un lugar estratégico. No había sitio donde esconderse. Esperaban, ya que los demonios eran tan astutos, evitar que aparecieran por sorpresa y los atacasen.  Pero al parecer, según se narra en los Manuscritos, el demonio apareció solo. Algunos humanos, alentados por su superioridad numérica, se inquietaron y decidieron atacarle para llevarse la gloria con ellos. Los cabecillas, incluso el propio Rey Uthor, fueron incapaces de detenerles. Muchos de los hombres que habían acudido a aquel encuentro no eran soldados, sino mercenarios que no entendían de normas ni jerarquía.  –Hice una pausa de nuevo para beber otro sorbo de vino, bajo la atenta mirada de Dermott.- pero aquellos hombres no encontraron la gloria. Encontraron la muerte, como cabía de esperar. Aquel demonio acabó con ellos en un instante y sin inmutarse. Haciendo caso omiso de lo que acababa de ocurrir, avanzó hacia el Rey. Los humanos, al ver aquello, comprendieron que no se encontraban ante un demonio cualquiera. Sin embargo, nuestro valiente Rey, a lomos de su fiel caballo Danco, se adelantó y fue acortando la distancia que le separaba del demonio. Se encontraron a mitad de camino.  

De nuevo hice una pausa, el vino volvió a rozar mis labios y vacié la copa. En seguida, Dermott se levantó y la volvió a llenar, mirándome divertido. En realidad, en aquel momento su sonrisa no me pareció tan aterradora como antes. Me sentía… bien. Animado. Por primera vez en toda la noche me estaba relajando.

Volvió a sentarse, y con un silencioso gesto me conminó a seguir con la historia. 

-Si… vamos a ver…-me estaba empezando a costar hilar mis pensamientos…pero me sentía realmente contento- lo que más le sorprendió al soberano fue que aquella criatura hablara nuestro idioma. Sin embargo, la petición que le hizo no le sorprendió, le aterró.  Se dice que sus hombres palidecieron al ver el rostro de su Señor. Y no era para menos –continué, tan animado que incluso me atreví a imitar al demonio poniendo una voz grave y una temible expresión- “Mi Gran Señor Xar, me ha dado este mensaje para el líder de los humanos: con cada luna llena, llevareis tres hembras vírgenes al puente del río Joun. Allí esperareis a que mi emisario aparezca y las recoja. Si no las encuentra allí, masacraré a 50 humanos por cada una que falte. Si faltan las tres, me encargaré de que las llamas del infierno devasten un pueblo entero cada día que pase sin encontrarlas allí. A cambio, los ataques a la Tierra, cesarán.”

Dermott se mostró complacido ante mi tosca interpretación, inclinando levemente el cabeza; divertido, simuló un aplauso en silencio, mientras me dedicaba una intensa mirada.

Mientras, yo volví a refrescar mi garganta con otro largo sorbo del glorioso licor que me había servido mi anfitrión. 

- El demonio regresó sobre sus propios pasos hasta desaparecer en la sombra. Nuestro Rey volvió a las filas aliadas realmente afligido. Cuando llegó al lugar de reunión con el resto de mandatarios, explicó la petición de aquella demoniaca criatura. ¿La decisión que tomaron? Poco importa, ya que cambiaron de parecer en un mes y dos días, tras dos pueblos con sus habitantes completamente calcinados. Al día siguiente tres desafortunadas jóvenes fueron llevadas hasta el puente del río Joun. Allí apareció el emisario de aquel demonio. El mismo que había infligido el severo castigo a los dos pueblos, acompañado de una horda de monstruos.

Dermott se revolvió intranquilo en su butaca. Su expresión se había ensombrecido de nuevo, y tenía la mirada perdida en el fondo de su copa de vino.

¿Le estaba aburriendo? Pensé. Si ha sido él quien me ha dicho que siguiera…

Volví a dar un sorbo al vino y tras comprobar que de nuevo la copa había quedado vacía, continué hablando.

-Y… bueno, lo que viene a continuación es ya de sobra conocido, no me gustaría aburrirte con la historia…-comenté, tras haber observado la reacción de Dermott. 

Para cuando terminé la frase, aquel hombre ya había vuelto a ser el de antes. Se levantó con elegancia de la butaca y volvió a llenarme la copa. 

-Te equivocas Erick, no me aburres en absoluto. Además… esta parte de la historia, es realmente la más interesante.

Me estaba empezando a marear. Pero a la vez, me sentía realmente cómodo con la situación. Quizá –pensaba en aquel momento- haya juzgado mal al Conde. Para aquel entonces ya me había olvidado del resto del mundo. Incluso de mi mismo. Sólo existía la historia que Dermott deseaba escuchar. Sin embargo, una pequeñísima parte de mi ser evocaba un nombre de mujer.

1 comentario:

  1. ¡Me encanta tu historia! ¡Quiero saber más! Todavía me intriga qué es lo que quiere el Conde... Estaré esperando un nuevo capítulo...
    ¡Un beso!

    ResponderEliminar